Lo primero que encuentro es la Espita de la Arena, con ella
conseguimos beber agua…-Me da sed con solo mirarla-suelto. Después recojo encuentro
una perla, creo si no me falla la memoria que se la regalo en la Arena Peeta.-
¿Es…?
-Sí, logré conservarla de algún modo.
-Haymitch dice que está mejor- comento.
-Quizás, pero ha cambiado.
-Y tú también. Y yo. Y Finnick, Haymitch y Beete. Y no me
hagas hablar de Annie Cresta. La arena nos fastidió a todos a base de bien, ¿no
crees? ¿O todavía te sientes como la chica que se presentó voluntaria por su
hermana?
-No- me responde.
-Creo que es lo único en lo que mi médico de la cabeza quizá
tenga razón: no hay vuelta atrás, así que lo mejor es seguir adelante.- aunque
estés tan sola como yo…
Lo guardo todo en su cajón y me recuesto en mi cama.
-¿No te da miedo que te mate mientras duermes?-le pregunto.
-Como si no pudiera contigo- responde con un doble tono
gracioso. Ambas nos reímos pero el cansancio nos gana la batalla y en breve
estamos dormidas.
Todas las mañanas nos levantamos y vamos superándonos,
aunque es duro con un cuerpo que se encoge con el roce del agua. Cuando consigo
un día montar yo sola el arma, le digo en un susurro a Katniss
-Creo que ganar los Juegos fue más sencillo.
A la hora de la comida nos encontramos a Gale, Finnick,
Annie y una chica pelirroja llamada Delly, que también viene del 12. Todos
estamos contentos comiendo las primeras raciones de carne de la buena mientras
escuchamos una historia muy de Finnick sobre una tortuga que le robó un
sombrero cuando Peeta aparece con dos soldados a ambos lados.
-¡Peeta!- exclama Delly- Que bien verte…fuera.
Está de pie enfrente de un sitio vacio a mi lado, y aunque
lleva una bandeja en las manos veo como tiene las manos esposadas.
-¿Y esas pulseras tan monas?- pregunto.
-Todavía no soy del todo digno de confianza- me responde el
rubio- Ni siquiera puedo sentarme sin vuestro permiso- señala a sus guardias.
-Por supuesto que puedes sentarte aquí, somos viejos amigos-
doy unas palmas a mi lado y Peeta no tarda en sentarse- Peeta y yo teníamos
celdas contiguas en el Capitolio. Estamos muy familiarizados con nuestros
respectivos gritos.
Mi comentario hace que Annie a mi lado se encoja y se tape
los oídos. Finnick me lanza una mirada enfadada, en plan hermano mayor.
-¿Qué? Mi médico de la cabeza dice que no debo censurar mis
pensamientos, que es parte de la terapia- respondo. Encima que hago lo que me
piden…
-Annie- dice Delly- ¿sabías que Peeta decoró tu tarta de
boda? En casa su familia era dueña de la panadería y él hacia los glaseados.
-Gracias, Peeta, era preciosa- responde ya mejor esta.
-Es un placer Annie.
En ese momento ocurre un pequeña escena en la cual Finnick y
Annie se van y Peeta suelta un comentario como si él estuviera interesado en la
chica. Al final Delly interviene diciéndole que Finnick le salvó la vida y él
le reprocha que es soóo por Katniss. Más blablabla, y yo sigo comiendo mientras
los oigo hasta que Peeta pregunta algo que me llama la atención.
-Entonces, ¿ahora sois pareja oficialmente o todavía colea
el tema de los trágicos amantes?
-Todavía colea-digo.
Peeta reacciona con unos espasmos en las manos, que las
cierra en puños. Y Gale tenso, le habla:
-No me lo habría creído si no lo hubiera visto en persona.
-¿El qué?- dice Peeta
-Lo tuyo.
-Tendrás que ser un poquito más especifico, ¿Qué mío?
-Que te han remplazado por una versión mutante malvada de ti
mismo- comento yo. Nadie lo dice, pero todos lo pensamos, seguro.
Gale y Katniss se marchan y sólo quedamos tres en la mesa. Y
no tarda mucho Delly en perder los nervios con Peeta. Con una voz muy chillona
empieza a gritarle. Como si alguien estuviera apuñalando sin parar a un ratón
con un tenedor. Todos nos miran, Peeta reacciona discutiendo consigo mismo como
si fuera dos personas distintas, provocando que los guardias se lo llevaran. Y
yo pudiera aprovechar y comerme su estofado, genial.
Como me quedé sola, me levanto, dejo la bandeja pero antes
de salir alguien me coge del brazo.
-Te he visto- me dice Ethan.
-¿El qué?- pregunto con cara inocente.
-Te has comido la comida de otro, aprovechando el lio.- me
acusa.
-No sé de lo que estás hablando. Pero, yo que tu tendría
cuidado. – le aviso. Me dispongo a marcharme cuando se me pone delante de la
puerta impidiendo mi huida teatral.
-Ei, ¿de qué?
-De que te enamores de mí.
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